Se llama Daniel Fabián Barrios, es de Gualeguaychú y tiene 55 años. Antes de jubilarse dio clases de Geografía y Ciencias Biológicas durante casi 26 años. Participó en la creación de la Reserva Florística del Parque Unzué y de la Reserva «Las Piedras» (área natural protegida) como guía, enseñando a conocer los secretos del monte, sus especies vegetales y animales, las relaciones ecológicas entre los diversos seres vivos que allí coexisten. También ha dado charlas sobre el monte entrerriano, su biodiversidad y las problemáticas ambientales que padece.
“Desde que era chico me gustaba salir al campo y observar la naturaleza en general: las plantas, las aves, observaba nidos y aprendía a diferenciar los huevos de distintas especies; pescaba para aprender sobre los peces del río y de los arroyos; más tarde empecé a recolectar plantas para clasificar y me interesé por la diversidad local de anfibios, reptiles, aves y mamíferos; pero los insectos y principalmente las mariposas me atraían a tal punto que aprendí a criarlas desde chico”, dijo el entomólogo aficionado (sólo porque no tiene título).
“Mi maestra de 5º grado fue quién despertó esta vocación cuando nos llevó para una clase orugas de Bombyx mori (el gusano de seda); teníamos que criarlas y anotar en nuestra carpeta cómo era su ciclo de vida, a mí me apasionó. Después, como estudiante de profesorado, mi profesora de Invertebrados y Laboratorio, Inés Heller de Grané, me estimuló mucho durante esa etapa, y más tarde mi amigo el doctor Zelich, a quién recuerdo siempre con mucho afecto”, rememoró.
¿Por qué le resulta interesante el estudio de los insectos?
El estudio de los insectos es fascinante porque son extremadamente diversos. En los 35 años que hace que me dedico a su estudio en forma sistemática, ocurre que en cada salida de campo encuentro alguna especie rara, y a veces algún registro nuevo para nuestra provincia: recientemente hallé en el Parque Unzué un curculiónido que se llama Eurhinus viridis, aparentemente nueva especie para Argentina. En ese lugar también hallé el primer registro para Entre Ríos de la especie Megacyllene multiguttata, pero desapareció cuando se parquizó la zona en donde habitaba y se eliminó su planta hospedadora (esa es una de las consecuencias que genera la eliminación de la flora autóctona). Además, los insectos son la clase de seres vivos que dominan el planeta, y eso tiene que ver con la extraordinaria versatilidad del grupo, pues están adaptados para cualquier condicionamiento de vida; los hay grandes y pequeños y muchísimas especies son verdaderas joyas vivientes o con diseños estructurales increíbles. No existe en la naturaleza otro grupo de animales que posean un ciclo biológico tan complejo, el insecto pasa por distintos estadios y sufre una complejísima transformación o metamorfosis de la que se originará el insecto adulto. Son relativamente fáciles de observar, pero al mismo tiempo nos imponen refinar nuestros sentidos y destrezas cuando se los busca en el monte, las selvas ribereñas, los prados floridos.
Los insectos han hecho enormes aportes a la ciencia, y si se entendiera más acerca de cuál es la trama ecológica a la que están integrados, cuáles son sus hábitats, cuáles y cómo son sus interacciones con la flora y otras faunas, o los nichos que explotan, seguramente se los valoraría más. Tienen un enorme papel en el condicionamiento de vida y en el mantenimiento del equilibrio ecológico. Además, los primeros insectos aparecieron muchísimo antes que nosotros, en el período Devónico (hace unos 400 millones de años) y aún subsisten, creo que deberíamos ser más humildes.
¿Cuántos tipos hay en la provincia y cuáles son sus características principales?
Me he dedicado al estudio de ciertos órdenes dentro de la clase insectos: como los coleópteros (escarabajos, bichos de luz, vaquitas de San Antonio, bichos moros, tucas, boticarios, etcétera); los dípteros (moscas, tábanos, mosquitos, jejenes y otros insectos afines); himenópteros (abejas, abejorros, avispas y hormigas); ortópteros (tucuras, langostas, falsos bichos palo, grillos verde o grillos esperanza, grillos verdaderos, alacranes cebolleros); odonatos (aguaciles y caballitos del diablo); mantodeos (Santateresas o tatadiós); hemípteros (chicharras, chinches, vinchucas e insectos afines); y otros. He documentado más de 2.500 especies, pero durante ese tiempo de estudio también he visto desaparecer montes y pastizales naturales. Las especies de insectos que habitaban en estos ambientes también desaparecieron y nunca más los volví a encontrar.
Los insectos se caracterizan (sin entrar en detalles técnicos) porque tienen el cuerpo dividido en tres partes: tienen alas, aunque algunos las han perdido en el curso de la evolución y seis patas. Además, tienen un par de antenas y aparato bucal masticador, adaptado según el hábito alimenticio y por lo tanto transformado en el transcurso evolutivo para lamer, perforar y succionar, y para masticar. Estas características los diferencian de otros artrópodos no insectos: como arañas, cangrejos, bichos bolita, escorpiones, escolopendras o mil pies y otros.
Con el cambio climático y tipos de contaminación. ¿Han desaparecido algunas especies?
Sin dudas que la contaminación, la transformación del hábitat debido a la deforestación, la agricultura extensiva o los monocultivos, representan una presión antrópica que yo diría, en los últimos 40 años ha sido devastadora.
Entre Ríos es una provincia en la que la transformación de los ecosistemas naturales ha sido tremenda. Lógicamente la biodiversidad ligada al pastizal y al monte xerófilo que conforman una parte de la Llanura Pampeana y del Espinal respectivamente son las que más han sufrido, mientras que los humedales se han salvado porque son ambientes poco accesibles. Por eso no hagamos del cambio climático e incluso de las papeleras, un chivo expiatorio.
Numerosas especies de insectos han desaparecido como consecuencia del desmonte y el uso irracional de agroquímicos. De estos los que más han sido impactados son los lepidópteros y coleópteros; de ellos he visto mermada su diversidad de un modo increíble e incluso muchas de sus especies han desaparecido como consecuencia de la degradación de sus hábitats y la pérdida de las biotas vegetales con las que estos seres mantenían sus interacciones. Especies como Hamadryas februa, Hamadryas amphinome, Euryades corethrus, Dryadula phaetusa, Psiloptera tucumana var. viridis, son solo algunos casos.
¿Cuántos tenés en tu casa y desde qué año los coleccionás?
Empecé haciendo registros biológicos de campo a los 18 años. Por entonces ya tenía incorporada la conciencia ecológica, de modo que sólo anotaba y esquematizaba todo lo que observaba sin hacer ninguna otra intervención en la naturaleza. Más tarde me di cuenta de ese error, porque carecía de documentación precisa, es decir, de colecciones que apoyaran la presencia de una determinada especie en la zona. Ese es el valor de hacer montajes de insectos, y eso me lo hicieron notar algunos especialistas en el tema. Así que comencé casi a los 24 años a preparar colecciones para documentar la diversidad regional.
Estas colecciones tienen por lo tanto un fin científico dado que cada especie colectada en el campo u obtenida a partir de crías en cautiverio pasa por un cuidadoso proceso de conservación y secado, posteriormente el montaje en cajas entomológicas y su rotulado, en donde se indica: la especie (si se conoce o puede determinar), la fecha, el lugar de procedencia y el nombre de quién realiza la documentación; también se pueden indicar otros datos: como algún hábito o sobre que especie vegetal fue hallada. Todo eso en un pequeño rótulo de 1 cm de ancho por 2,5 cm de largo (si no alcanza uno se puede usar otro) y escrito a mano para darle el rigor que corresponde.
Desde entonces hasta la fecha he hecho más de 2.500 registros, sin incluir una enorme variedad de insectos que no he podido determinar. No obstante, todo ese material no se halla exhibido en cajas entomológicas, muchos están conservados en sobres y camas de algodón y perfectamente empaquetados, a la espera de ser sacados a la luz para su estudio y montaje en algún momento.
¿Cuál es tu favorito y por qué?
No podría decir qué insecto es el que más me gusta, simplemente no hay cabida para considerar algo así. Es tal la diversidad que cualquier especie impacta de una u otra forma. Hay escarabajos que son gigantes, mariposas con colores que no podríamos encontrar en ningún otro cuadro o paisaje de la naturaleza, moscas con un arco iris atravesado en sus ojos facetados, o los insectos que imitan hojas y palos, insectos que imitan los aguijones o espinas de las plantas en que se posan, las mantis orquídea, o los insectos que cuyas partes se parecen al rostro de un búho, una víbora o algún otro animal peligroso como mecanismo de defensa. Veo a cada insecto como una obra maestra de la creación, como un producto perfecto de la evolución.
No obstante, aunque en la zona los insectos no gozan del esplendor de sus parientes tropicales, hay numerosas «joyitas» no solo por su belleza, sino además por su rareza. En este sentido podría destacar especies tales como Conognatha klugi, un hermoso bupréstido endémico de élitros naranjas y todo el resto de color azul iridiscente; la Euryades corethrus, una rareza entre los papiliónidos del mundo por ser única junto a Cressida cressida (un pariente australiano del grupo), las únicas especies de mariposas cuyos machos poseen harpagones, un órgano copulatorio muy arcaico; el pompílido Pepsis albocincta, una avispa solitaria gigante que tiene por hábito cazar arañas terafósidas (tarántulas o arañas pollito) para proveer a su futura larva de comida fresca, dado que esta no mata a su presa sino que la paraliza; o el Torneutes pallidipennis un raro cerambícido y además, el coleóptero de mayor tamaño que habita en nuestra provincia.
¿Cómo haces ahora con las nuevas tecnologías para seguir estudiándolos y dejando un registro de ellos?
Cuando comencé a estudiar no existían las tecnologías de la comunicación de las que hoy disponemos, entonces, para poder aprender tenía que viajar a otras ciudades, como La Plata o Buenos Aires para visitar los Museos de Historia Natural. En estos lugares tomaba notas de las colecciones de insectos exhibidas, buscaba información en la biblioteca de la SEA (Sociedad Entomológica Argentina). Más tarde conocí al doctor Zelich, un médico oriundo de Liebig que sabía mucho sobre el tema, esa fue una etapa de mi vida que recuerdo con mucho afecto por la acogida de su familia y las enseñanzas desinteresadas y con profunda vocación de mi amigo.
Hoy, además de mis salidas incondicionales al campo, también investigo desde la computadora, puedo acceder a material muy específico, que me facilita mucho poder estudiar para seguir investigando. También, y gracias a la era digital empecé hace ya algunos años, un registro fotográfico minucioso, algo que me ha atrapado y que es realmente fascinante, porque la especie queda registrada con mucho detalle.
Y lo último que he emprendido es a utilizar una cuenta de Instagram en la que subo material fotográfico con breves explicaciones. Esto ha tenido una recepción muy buena, la gente que entra para ver es muy diversa y hay muchos jóvenes; esto me interesa mucho porque puedo seguir enseñando sobre nuestro monte y sus riquezas, que en última instancia hacen a nuestra identidad cultural.
Sabina Melchiori